De «Un (casi) poema (malo) al día»
Huecos en la casa bolsas de alimento vacías manuscritos llenos.
despierto de un sueño extraño dentro de mi otro yo sembré a otro yo
No importa quiénes sean los comensales al otro lado del libro. La poesía no sabe dar de comer.
nazco de mí lo veo desde la lejanía la sangre asusta a mi sangre la vida consuela a mi vida
así como ustedes tienen afán
—Nos vemos allá, si te parece. —Sí, seguro, pero, ¿cómo te recono… —Soy el que va disfrazado de perso…
seguir reglas pero si están
Tibio lecho, de dispares usos, cuéntale, al oído, de tus amantes anteriores, de los que, como él, dejaron sus sudares en tus tejidos… y partieron, a otro camastro,
mire usted cómo es la vida ni si quiera soy capaz de pronunci… y existe la poesía que lo hace por… soy un analfabeto que lo conoció l… disculpe usted el atrevimiento
Me pregunto si la tierra con sus entrañas llenas de oro sabe que es la tierra. Me pregunto si la tierra sabe qué es el oro.
Más que temerle a qué dirán le temo al qué diré.
Desperté dentro de Sergio Marente…
La veo acercarse, por mí. Sin traje de gala arrima, sin armas. De albo fulgoroso viste sus negras empresas. La veo cada noche, en mi cama,
una bestia huye de mí y sobrevive yo huyo de otra bestia que sobrevivió
No importa cuántas horas pasen entre poema y poema. La poesía no sabe leer el reloj.