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LA FELICIDAD

Siento la felicidad tan cerca,
siempre al otro lado de la alambrada,
me acerco un poco más cada día,
huelo tibiamente su hiedra, sus campanillas...
 
Siento la felicidad tan cerca,
siempre al otro lado de la alambrada,
su unívoca belleza,
casi puedo rozarme en sus ramas salvajes,
desmesuradas,
su corteza firme,
perenne y delicada.
 
Siento la felicidad tan cerca,
siempre al otro lado de la alambrada,
me acerco un poco más cada día,
adivina la paz del silencio
a tan sólo unas yardas
mi alma
y se me escapa su tibio halo
de helio dorado,
mientras la sujeto fuertemente
y la anclo al abeto imantado
que me nace del pecho
para que no duela el cuerpo,
para que no desfallezca
bajo un magnetismo celeste
que arrastra al duelo,
para que vuelva este alma
a nidificar en mi presencia
y para que de sus crías vivas
renazcan las fuerzas.
 
Siento la felicidad tan cerca,
siempre al otro lado de la alambrada,
me acerco un poco más cada día,
casi picoteo el dulce que flota
ingrávido en el aire,
pareado en lo salado,
casi sumergida bebo de sus manantiales,
poseída, latiendo rendida,
sucumbiendo a su deriva.
Siento la felicidad tan cerca,
toda la bondad que siempre añoré,
todas las temperaturas equilibrando mi piel,
todas las desmemorias ayudándome a renacer,
todas las texturas desmenuzándose,
todas las despedidas reencontrándose,
toda la gentileza,
toda la inocencia,
toda la belleza,
puedo ya sentirla
al otro lado.
 
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Del libro: Todo el amor que soy

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