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Segundo himno verde

Cierto día, un día, lloró en silencio
Albaicí,
y de sus faldas huyó el copo de alegría.
 
Su perfil se fijó en las ramas del melocotonero en flor,
en las riberas de las montañas llenas de humedad y verdor:
hoy, donde sus huellas pasaron
rebotan los recuerdos de las risas de los niños
(ellos crecieron entre las palmeras y las dalias)
destrozados por las bombas de napalm
arrojadas entre las nieves de los Andes.
 
Pero yo veo aún cómo caen las lágrimas de la herida Albaicí...
 
Mi alma de nuevo se estremece
y se acurruca a sus pies;
sin embargo es largo mi camino
y pasa el tiempo
frotando sus dolores,
y pasa lento el torpor,
y viene el horizonte
repleto de sol puro y claveles rojos en flor,
y veo
y reveo y veo que se acerca...
acercándose....!
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