De mis recuerdos te dejo mis besos
Esos insignificantes que daba en tu frente, esos que rozaban ligeramente tus labios, esos, los cortitos que hoy no recuerdas.
Te dejo la brújula de mis ojos que te indicaban con mirada cómplice dónde se esconden las sonrisas
Te dejo el deseo, no ese de apretujarnos juntitos hasta formar uno solo, sino, el de sentarnos a preparar la cena con un vaso de vino a medio terminar entrelazados al olor de las sazónes de mi tierra.
Te dejo las lágrimas de los recuerdos, las tragedias, las novelas inconclusas y los amores pendencieros.
Te dejo mi pensamiento que guarda mi poema inconcluso, dónde Narro nuestra historia, en el que fielmente se evocan mis recuerdos.
Te dejo la brisa la del río San Juan y el Río Condóto que al juntarse crean torbellinos tenues que arrebolan los techos de las casas de Andagoya y una que otra vez con la lluvia acarician los cabellos de los niños que juegan en la calle.
Te dejo la mirada de mi perro cuando llegó a casa o la velocidad con la que mueve su cola al saludarme, solo le falta hablar y contarme con que ansias me esperaba.
Te dejo el tiempo, ese que usabas para reírte de mis payasadas pero que al mismo tiempo te desconecta de vivir atada a tu teléfono móvil.
Te dejo mis días lluviosos con todos sus vericuetos, pues quien no a tenido dias soleados para ser feliz y celebrar.
Te dejo el aquí y el ahora solo eso importa lo demás ya pasó o nunca vendrá.
Te dejo la manilla de mi madre y su escapulario para que recuerdes que Dios es perenne y siempre está en nuestro corazón.
Te dejo la luz del sol que nos recuerda si estamos, que cada día es un nuevo comienzo y que sin importar si seguimos en este mundo siempre existirán nuevos amaneceres.
De mis recuerdos te dejo mil perdones por la ira, por lo sínico, por lo radical, por lo templado, por mis silencios que hieren cuál saetas, por mi orgullo inquebrantable y por mi palabras perdidas.