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TÍTULO AL FINAL DEL POEMA

Todo me da vueltas,
siento el alma débil, descabezada,
no puedo verme,
mis retinas gástricas
gritan metal,
los olores no regresan
del trauma,
con sabor a filo
es difícil no agitarse
en el intestino
de esta infinita inercia.

Todo me da vueltas,
siento el alma mortecina,
remolinos de insania,
absolutos de fragilidad,
giro y giro
entre escombros líquidos
no puedo despegarme
de este esófago del dolor...

¿Cómo puede alguien como yo,
acabar en el estómago
de quien celebra la vida?

Titulo: R–––  de V–––

Son tantos los sentimientos que me produce visitar un restaurante, todo lo que acontece en él es lastimero. Desde el cuadro de un animal feliz, hasta las palabras que nunca debieron poder juntarse en la misma línea: “rabo de vaca”. Cuando entro en un restaurante, tengo que esconderme el alma, ocultarla y ponerla bien lejos, apartada de toda vista y los ojos, tengo que mudarlos al techo o al suelo, nunca a la altura de una mesa, nunca a la altura de un cuadro, nunca a la altura de un animal que merecía poder vivir en libertad. Cuando entro en un restaurante, pierdo la lectura, el habla, la escritura, el lenguaje, todo es no verbal. Miro fijamente al techo, sus vigas de madera, su armazón de luz, luego a través de la ventana buscando la caricia de algún pequeño haz. Manteles blancos, paredes blancas, luz blanca, me aferro a ese color huyendo del resto.

© Maria Luisa Arenzana Magaña

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