Dedicado a Julia Espín, la mujer de la que se enamoró.
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¡No me admiró tu olvido! Aunque d… me admiró tu cariño mucho más, porque lo que hay en mí que vale a… eso... ¡ni lo pudiste sospechar!
Su mano entre mis manos, sus ojos en mis ojos, la amorosa cabeza apoyada en mi hombro. ¡Dios sabe cuántas veces,
De lo poco de vida que me resta diera con gusto los mejores años, por saber lo que a otros de mí has hablado. Y esta vida mortal, y de la eterna
Hoy como ayer, mañana como hoy, ¡y siempre igual! Un cielo gris, un horizonte eterno y andar... andar. Moviéndose a compás, como una estú…
Lejos y entre los árboles de la intrincada selva, ¿no ves algo que brilla y llora? Es una estrella. Ya se la ve más próxima,
Las ondas tienen vaga armonía: las violetas, suave olor; brumas de plata, la noche fría; luz y oro, el día; yo, algo mejor:
Cerraron sus ojos, que aun tenía abiertos; taparon su cara con un blanco lienzo, y unos sollozando,
Cuando entre la sombra oscura perdida una voz murmura turbando su triste calma, si en el fondo de mi alma la oigo dulce resonar,
En Sevilla, y en mitad del camino que se dirige al convento de San Jerónimo desde la puerta de la Macarena, hay, entre otros ventorrillos célebres, uno que, por el lugar en que está col...
No dormía: vagaba en ese limbo en que cambian de forma los objeto… misteriosos espacios que separan la vigilia del sueño. Las ideas que en ronda silenciosa
La noche de difuntos me despertó, a no sé qué hora, el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria. Intenté dormir...
Voy contra mi interés al confesarl… pero yo, amada mía, pienso, cual tú, que una oda sólo… de un billete del Banco al dorso e… No faltará algún necio que al oírl…
Entre el discorde estruendo de la… acarició mi oído, como nota de música lejana, el eco de un suspiro. El eco de un suspiro que conozco,
Como guarda el avaro su tesoro, guardaba mi dolor; yo quería probar que hay algo eter… a la que eterno me juró su amor. Mas hoy le llamo en vano, y oiga a…
Cuando sobre el pecho inclinas la melancólica frente, una azucena tronchada me pareces. Porque al darte la pureza