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Hoy siento en el corazón un vago temblor de estrellas, pero mi senda se pierde en el alma de la niebla. La luz me troncha las alas
Chove en Santiago meu doce amor. Camelia branca do ar brila entebrecida ô sol. Chove en Santiago
Coches cerrados llegaban a las orillas de juncos donde las ondas alisan romano torso desnudo. Coches que el Guadalquivir
Los arqueros oscuros a Sevilla se acercan. Guadalquivir abierto. Anchos sombreros grises, largas capas lentas.
Granada, calle de Elvira, donde viven las manolas, las que se van a la Alhambra, las tres y las cuatro solas. Una vestida de verde,
La primera vez no te conocí. La segunda, sí. Dime si el aire te lo dice.
La elipse de un grito, va de monte a monte. Desde los olivos será un arco iris negro
Todas las tardes en Granada, todas las tardes se muere un niño. Todas las tardes el agua se sienta a conversar con sus amigos. Los muertos llevan alas de musgo.
Pero como el amor los saeteros están ciegos. Sobre la noche verde, las saetas,
Me han traído una caracola. Dentro le canta un mar de mapa. Mi corazón se llena de agua
Laoconte salvaje. ¡Qué bien estás bajo la media luna! Múltiple pelotari. ¡Qué bien estás
Los niños miran un punto lejano. Los candiles se apagan. Unas muchachas ciegas preguntan a la luna,
En la torre amarilla, dobla una campana. Sobre el viento amarillo,
Ayer. (Estrellas azules.) Mañana. (Estrellitas