A Natalia Jiménez
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El mariquita se peina en su peinador de seda. Los vecinos se sonríen en sus ventanas postreras. El mariquita organiza
Mi sombra va silenciosa por el agua de la acecia. Por mi sombra están las ranas privadas de las estrellas. La sombra manda a mi cuerpo
La niña va por mi frente. ¡Oh, qué antiguo sentimiento! ¿De qué me sirve, pregunto, la tinta, el papel y el verso? Carne tuya me parece,
¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla!
Las alamedas se van, pero dejan su reflejo. Las alamedas se van. pero nos dejan el viento. El viento está amortajado
Tierra Las niñas de la brisa van con sus largas colas. Cielo Los mancebos del aire
Eras rosa. Te pusiste alimonada. ¿Qué intención viste en mi mano que casi te amenazaba? Quise las manzanas verdes.
Vi en tus ojos dos arbolitos locos. De brisa, de brisa y de oro. Se meneaban. No quise.
No te conoce el toro ni la higuera… ni caballos ni hormigas de tu casa… No te conoce el niño ni la tarde porque te has muerto para siempre. No te conoce el lomo de la piedra,
Yo era. Yo fui, pero no soy. Yo era... (¡Oh fauce maravillosa
Do you like me? -Yes, and you? -Yes, yes. Cuando me quedo solo me quedan todavía tus diez años,
En el café de Chinitas dijo Paquiro a su hermano: «Soy más valiente que tú, más torero y más gitano». En el café de Chinitas
Sobre el cielo negro, culebrinas amarillas. Vine a este mundo con ojos y me voy sin ellos. ¡Señor del mayor dolor!
En Viena hay diez muchachas, un hombro donde solloza la muerte y un bosque de palomas disecadas. Hay un fragmento de la mañana en el museo de la escarcha.
Aquellos ojos míos de mil novecien… no vieron enterrar a los muertos, ni la feria de ceniza del que llor… ni el corazón que tiembla arrincon… Aquellos ojos míos de mil novecien…