Recuerdos de Infancia
En las montañas de mi infancia,
donde la niebla se hacía velo,
un recuerdo guardo, celo
de mi niñez la fragancia.
Corría con desenfado,
entre pinos majestuosos,
y el río, caudaloso,
cantaba una melodía.
Era la naturaleza mía,
un paraíso grandioso.
En la niñez, tan dorada,
donde el sol brilla sin par,
recuerdos quiero guardar
de mi infancia tan soñada.
En la pradera encantada,
corría libre y contento,
entre risas y el aliento
de la brisa matutina,
que en mi alma se destina
como eterno sentimiento.
Los días eran un canto
de aventuras y alegría,
donde el tiempo transcurría
sin conocer del quebranto.
En el río, mi encanto,
jugaba con el reflejo
del cielo en su azul espejo,
mientras peces juguetones
bailaban en emociones,
pintando mi ser de añejo.
Bajo el árbol centenario,
mis secretos susurraba,
y en sus ramas me trepaba,
soñando ser legendario.
El bosque era un santuario,
lleno de vida y misterio,
donde el eco del salterio
de los pájaros cantores,
llenaba mis días mejores
con un canto dulce y serio.
Las noches junto al hogar,
con historias de antaño,
eran un mágico baño
de estrellas al escuchar.
La luna solía mirar
mi ventana con su brillo,
y en su luz hallaba el trillo
de sueños y de esperanzas,
que en mi mente eran danzas
de un futuro en sencillo.
Hoy mis recuerdos evoco
con ternura y gran cariño,
y aunque ya no soy un niño,
ese tiempo siempre invoco.
La infancia, un dulce foco,
de inocencia y maravilla,
que en mi corazón brilla
como un faro en la distancia,
guiando con su fragancia
mi vida en paz y semilla.
