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Sólo un beso

En la noche, la transgresión,
es una obligación.

Le dije que sólo sería un beso. Pero, ¡cómo un beso! Ni siquiera me atrevo a decir su nombre, ¡por favor!
Hubo idas y vueltas. Mentiras piadosas, y un poco de ansias y melancolía.
Pasaron un par de días que quisieron decirnos no, que intentaron convencernos de una verdad que ninguno creyó.
Entonces volvimos a encontramos, ella con su sonrisa, y yo, yo con apuros. Le repetí que no pasaría de eso, un beso. Ni siquiera quería saber su nombre.
Ella se llamaba así, un beso, y yo, yo Diego.
Intenté esquivarla, evitar los momentos, no mirarla, no enamorarme. Entonces yo seguía con mis apuros, y ella con su sonrisa inolvidable.
Pero los pretextos y huidas no me alcanzaron, y comprendí que el amor es un imponderable.
Un beso estaba frente a mí, pura, suave, fácil; e ingenuamente intenté rechazarla.
Pero la noche es menos mentirosa, y más animal. Los deseos se yerguen, brotan los bajos instintos; y tu verdadera forma de ser y existir logra escapar.
Ante la desnudez angelical irresistible que me invitaba a su infierno, por fin, como criaturas salvajes, ardientes, y humanas, nos entregamos.
Ella, tapada en rulos, más hermosa que el mar, más profunda que la realidad; y mis ojos dulces, fieros y tontos, rendidos ante todo su cuerpo, mientras mi vana promesa expelía, desfallecida.

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