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Los niños miran un punto lejano. Los candiles se apagan. Unas muchachas ciegas preguntan a la luna,
La mano crispada como una Medusa ciega el ojo doliente del candil. As de bastos.
Cuando sale la luna se pierden las campanas y aparecen las sendas impenetrables. Cuando sale la luna,
Mi corazón oprimido Siente junto a la alborada El dolor de sus amores Y el sueño de las distancias. La luz de la aurora lleva
Yo decía: “Tarde” Pero no era así. La tarde era otra cosa que ya se había marchado. (Y la luz encogía
Coches cerrados llegaban a las orillas de juncos donde las ondas alisan romano torso desnudo. Coches que el Guadalquivir
Las alegres fiebres huyeron a las… y el judío empujó la verja con el… de la lechuga. Los niños de Cristo dormían, y el agua era una paloma,
En Viena hay diez muchachas, un hombro donde solloza la muerte y un bosque de palomas disecadas. Hay un fragmento de la mañana en el museo de la escarcha.
(Quizá fue por no saberte la Geom… El jovencito se olvidaba. Eran las diez de la mañana. Su corazón se iba llenando de alas rotas y flores de trapo.
No te conoce el toro ni la higuera… ni caballos ni hormigas de tu casa… No te conoce el niño ni la tarde porque te has muerto para siempre. No te conoce el lomo de la piedra,
¡Viva Sevilla! Llevan las sevillanas en la mantilla un letrero que dice: ¡Viva Sevilla!
Cisne redondo en el río, ojo de las catedrales, alba fingida en las hojas soy; ¡no podrán escaparse! ¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
Todas las tardes en Granada, todas las tardes se muere un niño. Todas las tardes el agua se sienta a conversar con sus amigos. Los muertos llevan alas de musgo.
¡Mi soledad sin descanso! Ojos chicos de mi cuerpo y grandes de mi caballo, no se cierran por la noche ni miran al otro lado,
Yo no quiero más que una mano; una mano herida, si es posible. Yo no quiero más que una mano aunque pase mil noches sin lecho. Sería un pálido lirio de cal.