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¡No es cierto lo que dicen! No he matado a cien personas. Sólo a unas cuarenta, y otras veinte torturadas... es decir, veintidós, porque había dos niños, ahora que recuerdo. Pues bien, ...
Abierta, no, entrejunta. Esa ranura mira. Detrás de lo blanco, blanco.
Los prospectos turísticos siempre tienen razón. La prueba: esta frase, leída en un folleto rojizo, de tipografía brumosa: «Dejarás a Benarés, pero Benarés no te dejará. Algo en ti, aden...
Jardín de los idiomas en el pecho… navegas Curazao contra la costa ar… —pez de fina madera y rosa de los… sobre tu puente gira la luna innav… Jardín de la palabra, forjas en el…
El gamo, contra el naranja del bosque, pasa mojado, veloz. El aire cuajado añade al bosque una franja de aros dispersos. En esos
El émbolo brillante y engrasado embiste jubiloso la ranura y derrama su blanca quemadura más abrasante cuanto más pausado. Un testigo fugaz y disfrazado
Se esforzaba. Su jadeo ante el jardín clausurado era el de un ciervo asustado. La furia –más que el deseo– de penetrar, era el reo
¿Qué se hicieron los cantantes, los reyes, los Matamoros de dril nevado y los oros de las barajas de antes? ¿Quién las tardes del Cervantes
La pared cruje. Grieta en lo blanco. Allá va, desunido, el cuarto. Detrás del tragaluz
Tanto arder, tanto valor tanto ataque y retirada ante ese umbral en que nada alivia más el dolor que su incremento. O mejor:
El sueño no: la pérdida. El blanco roedor, que ciega. Pierdo pie. Todo es compuerta.
Recuerdo. Me encontraba en Calcuta. El calor era inhumano, algo viscoso y somnoliente que se pegaba a la ropa, a la piel, que lo inundaba todo con un vaho mórbido, letal como el aliento...
Hojas de palma, corteza de abedul, papel que las manos piadosas han prensado y conserva, en nervaduras rugosas, más obscuras, la materia de los paños originales, la trama que lo creó: s...
No por azar, por gusto del dislate ni por obedecer a una figura, habló de una cegante noche oscura. Que toda exaltación o disparate aparente, se indague, y no se ciña
Ya lo ves, de aquella brasa cuyo ardor te calcinó, saciado, sólo quedó dispersa ceniza escasa. Muda inconstancia que abraza