A José F. Montesinos
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En la mañana verde, quería ser corazón. Corazón. Y en la tarde madura quería ser ruiseñor.
Silencio de cal y mirto. Malvas en las hierbas finas. La monja borda alhelíes sobre una tela pajiza. Vuelan en la araña gris,
Un bello niño de junco, anchos hombros, fino talle, piel de nocturna manzana, boca triste y ojos grandes, nervio de plata caliente,
En el café de Chinitas dijo Paquiro a su hermano: «Soy más valiente que tú, más torero y más gitano». En el café de Chinitas
En la casa se defienden de las estrellas. La noche se derrumba. Dentro, hay una niña muerta con una rosa encarnada
Salen los niños alegres De la escuela, Poniendo en el aire tibio Del abril, canciones tiernas. ¡Que alegría tiene el hondo
Ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos. Tú... por lo que ya sabes. ¡Yo la he querido tanto!
¡Viva Sevilla! Llevan las sevillanas en la mantilla un letrero que dice: ¡Viva Sevilla!
En la luna negra de los bandoleros, cantan las espuelas. Caballito negro. ¿Dónde llevas tu jinete muerto?
De la cueva salen largos sollozos. (Lo cárdeno sobre lo rojo.) El gitano evoca
Dicen que tienes cara (balalín) de luna llena. (balalán.) Cuántas campanas ¿oyes?
Hay una raíz amarga y un mundo de mil terrazas. Ni la mano más pequeña quiebra la puerta de agua. ¿Dónde vas? ¿adónde? ¿dónde?
Odian la sombra del pájaro sobre el pleamar de la blanca meji… y el conflicto de luz y viento en el salón de la nieve fría. Odian la flecha sin cuerpo,
Cien jinetes enlutados, ¿dónde irán, por el cielo yacente del naranjal? Ni a Córdoba ni a Sevilla
Empieza el llanto de la guitarra. Se rompen las copas de la madrugada. Empieza el llanto