A José F. Montesinos
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Lo llevan puesto en mi sábana mis adelfas y mi palma. Día veintisiete de agosto con un cuchillito de oro. La cruz. ¡Y vamos andando!
El mariquita se peina en su peinador de seda. Los vecinos se sonríen en sus ventanas postreras. El mariquita organiza
Viento del Sur, moreno, ardiente, llegas sobre mi carne, trayéndome semilla de brillantes
Chove en Santiago meu doce amor. Camelia branca do ar brila entebrecida ô sol. Chove en Santiago
Galán galancillo. En tu casa queman tomillo. Ni que vayas, ni que vengas, con llave cierro la puerta.
Fresquísimas violas. Bandadas de rubores levantados por este don de lágrimas que enlaz… la muchedumbre de las viejecillas con la niña y el niño de mi frente…
La piedra es una frente donde los… sin tener agua curva ni cipreses h… La piedra es una espalda para llev… con árboles de lágrimas y cintas y… Yo he visto lluvias grises hacia l…
No te lleves tu recuerdo. Déjalo solo en mi pecho, temblor de blanco cerezo en el martirio de Enero. Me separa de los muertos
En la casa blanca, muere la perdición de los hombres. Cien jacas caracolean. Sus jinetes están muertos. Bajo las estremecidas
Juan Breva tenía cuerpo de gigante y voz de niña. Nada como su trino. Era la misma
Por el arco de Elvira quiero verte pasar Para saber tu nombre y ponerme a llorar. ¿Qué luna gris de las nueve
Hoy siento en el corazón un vago temblor de estrellas, pero mi senda se pierde en el alma de la niebla. La luz me troncha las alas
Por la calle brinca y corre caballo de larga cola, mientras juegan o dormitan viejos soldados de Roma. Medio monte de Minervas
Sobre el cielo negro, culebrinas amarillas. Vine a este mundo con ojos y me voy sin ellos. ¡Señor del mayor dolor!
La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean las aguas podridas. La aurora de Nueva York gime