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Desgarrada la nube; el arco iris brillando ya en el cielo, y en un fanal de lluvia y sol el campo envuelto. Desperté. ¿Quién enturbia
Un año más. El sembrador va echan… la semilla en los surcos de la tie… Dos lentas yuntas aran, mientras pasan la nubes cenicienta… ensombreciendo el campo,
La plaza y los naranjos encendidos con sus frutas redondas y risueñas… Tumulto de pequeños colegiales, que al salir en desorden de la esc… llenan el aire de la plaza en somb…
El casco roído y verdoso del viejo falucho reposa en la arena... La vela tronchada parece que aún sueña en el sol y en el ma…
frente a mi ventana. Entre los jazmines y las rosas blancas de un balcón florido, vi las dos hermanas.
Lejos de tu jardín quema la tarde inciensos de oro en purpurinas lla… tras el bosque de cobre y de ceniz… En tu jardín hay dalias. ¡Malhaya tu jardín!... Hoy me par…
Es mediodía. Un parque. Invierno. Blancas sendas; simétricos montículos y ramas esqueléticas. Bajo el invernadero,
Sanatorio del alto Guadarrama, más allá de la roca cenicienta donde el chivo barbudo se encarama… mansión de noche larga y fiebre le… ¿guardas mullida cama,
El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve. Para dialogar, preguntad, primero;
Soñé que tú me llevabas por una blanca vereda, en medio del campo verde, hacia el azul de las sierras, hacia los montes azules,
Cuando veáis esta sumida boca que ya la sed no inquieta, la mira… tan desvalida (su mitad, guardada en viejo estuche, es de cristal de… la barba que platea, y el estrago
Desde mi ventana, ¡campo de Baeza, a la luna clara! ¡Montes de Cazorla, Aznaitín y Mágina!
Esta leyenda en sabio romance camp… ni arcaico ni moderno, por Valle—… revela en los halagos de un viento… la santa flor de alma que nunca se… Es la leyenda campo y campo. Un p…
¿Será tu corazón un harpa al vient… que tañe el viento?... Sopla el od… tu corazón; sopla tu corazón y vib… ¡Lástima de tu corazón, poeta! ¿Serás acaso un histrión, un mimo
¡Primavera soriana, primavera humilde, como el sueño de un bendi… de un pobre caminante que durmiera de cansancio en un páramo infinito… ¡Campillo amarillento,