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A una hoja de papel que me regaló Dulce María, regalo inconcebible en estos tiempos

Es una fina hoja de papel
con la que el viento alegre jugaría;
¡cuántas cosas en ella contaría
que al corazón me suben en tropel!
 
Mas seguiré guardándolas en él,
en esta delirante algarabía
donde el llanto, la risa y la poesía
se mezcla como acíbar, sal y miel.
 
Dejemos esta hoja en su pureza
guardando la palabra inmaculada.
Si quiere, por el viento arrebatada
andar el mundo... ¡Vuelve con presteza!
que no será mi mano fatigada
quien sujete su vuelo a mi tristeza.
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