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Mi retrato

  Tengo, señores, el cabello rubio,
una frente en que cabe un buen escaño.
Y dos ojos que son si no me engaño
del color de las llamas del Vesubio.
 
  Es larga mi nariz como el Danubio,
mis orejas también de igual tamaño,
y caben en mi boca, que es un caño,
todas las aguas que hubo en el diluvio.
 
  El color de mi rostro es encarnado,
no tengo barbas, ni tenerlas creo;
soy de talla gigante y muy delgado.
 
  Y siendo, como soy un hombre feo,
de mujeres bonitas hay atajos
que incansables me roen los zancajos.
 
 
 
 
Mis resabios
 
 
  Despreciar a magnates orgullosos,
nunca vociferar mis padeceres,
tener siempre unos mismos pareceres
y odiar a lenguaraces perniciosos.
 
  Criticar a los tontos y chismosos,    5
del mundo despreciar varios placeres,
no fiar en promesas de mujeres
y punzar a los hombres ambiciosos.
 
  Buscar de lo que callo gran renombre,
decir sin subterfugios lo que siento,    10
hablar poco y burlarme de aquel hombre
 
  que por sabio pasando, es un jumento.
Esto lo digo sin fruncir los labios:
Serán toda la vida mis resabios.
 
 
 
 
A Teotima
 
 
  Con ese genio desigual, satánico,
y ese maldito sonreír, herético,
me tienes triste, moribundo y ético,
y harto de tolerar tu afán tiránico.
 
  Con tu altivez y tu mirar volcánico,    5
me haces al mundo parecer estético,
encuentro lo más bello antipoético,
y me lleno por Dios de terror pánico.
 
  ¡Oh! tú, que armada de valor intrépido
tienes por siempre mi bolsillo escuálido,    10
tú, que sonríes con semblante lépido,
 
  mientras yo gimo con el rostro pálido
oye mis gritos por la vez centésima,
¡y ten piedad de mi desgracia pésima!
 
 
 
 
La casa del poeta
 
 
  En casa de Don Gil estuve un rato,
y en tanto que le hablara cara a cara
de su grande familia la algazara
por un poco me pone mentecato.
 
  Estaba la mujer fregando un plato,    5
un chiquillo arrastraba un cuchara,
y un negrito infernal con una vara
zurraba sin piedad a un pobre gato.
 
  La familia d hambre se moría,
y la pobre mujer una peseta,    10
para pan al marido le pedía.
 
  Pero Don Gil escucha y no se inquieta,
pues vendió su taller de sastrería
y hace catorce meses que es poeta.
 
 
 
 
El capricho
 
 
  Son los ojos de Elvira matadores,
su boca purpurina y muy pequeña,
su nariz diminuta y aguileña
y todos sus modales seductores.
 
  Al igual del carmín son los colores    5
que hermosean su faz tersa y trigueña,
su mirada muy dulce y halagüeña,
y es adornada, en fin, de mil primores.
 
  Es muy rica también, y por lo dicho,
tiene mil aspirantes la muchacha,    10
y ella tiene también cierto capricho.
 
  Yo no sé, vive Dios, si es mal facha,
el que de noche por distintas rejas,
de distintos amantes tenga quejas.
 
 
 
 
A Hipólita
 
 
  En el acceso de mi afán erótico,
al ver tu rostro sin igual simpático,
quedéme de placer mudo y estático,
como agobiado por atroz narcótico.
 
  Aunque soy para ti pájaro exótico    5
sin nido y sin hogar, pobre y apático,
para adorarte fiel soy un maniático,
y tengo un corazón sublime y gótico.
 
  Lleno de amor y de constancia sólida,
te adoro siempre con ardor frenético,    10
y, aunque te aprecies tú de ser estólida.
 
  aunque te burles de mi amor patético,
tuya es mi vida y mi pasión insólita,
tuyo mi corazón, amada Hipólita.
 
 
 
 
Siete verdades
 
 
  A todo literato que es plagiario,
opino que lo zurren como a un quinto,
y el ministro que juegue al par y pinto,
suele luego jugar lo del Erario.
 
  La cabeza de todo secretario    5
viene a ser un confuso laberinto,
y abogado que toma vino tinto,
vende luego su cliente a su contrario.
 
  Una mujer coqueta es una arpía,
y es un ruin badulaque, es un bolonio,    10
el que encomia su vil coquetería.
 
  Y llevar una suegra al matrimonio,
que nos muela de noche y todo el día,
es llevar por los cuernos al demonio.
 
 
 
 
El Coburgo de Celedonio
 
 
  Sin oro poseer, plata ni cobre,
se casó Celedonio con Tomasa,
porque es rica la novia, y en su casa
pretende que el boato se le sobre.
 
  Y él, que antes era celibato y pobre,    5
hoy se contempla con esposa y casa;
come y bebe a sus anchas, y sin tasa
y él, que antes era celibato y pobre.
 
  Pero ¡ay! que la fortuna, de repente,
que le llevó Tomasa al matrimonio,    10
pronto le hizo cosquillas en la frente.
 
  ¿Y qué se siente en las sienes Celedonio?
¿Será tal vez –respóndame el prudente
lo que en ellas le, pintan al demonio?
 
 
 
 
Soneto
 
 
  Lastimosa desdicha es esta vía;
insólito pesar a mí me agobia;
no tengo ni un centavo ni una novia,
no próxima a morir rica a una tía.
 
  Para alegre pasar la noche fría,    5
nadie me da un colchón ni una moscovia,
y si algún tuno mi conducta oprobia,
no falta quien secunde su osadía.
 
  El cólera acabó con mis deudores,
ningún placer mi corazón arroba,    10
me persiguen ingratos acreedores,
 
  nadie me quiere dar la sopa boba;
y entre penas, congojas y disgustos,
no gano en este mundo para sustos.
 
 
 
 
Petición de una niña
 
 
  ¡Un soneto me pides! ¡Qué diablura!
A la tal petición no me someto;
me pone tu pedido en tal aprieto,
que no fuera contártelo cordura.
 
  Mas, ¡cómo desairar a una criatura    5
que pedírmelo supo con respeto!
Toma pronto, mujer, toma el soneto
que estoy al acabar esta obra dura.
 
  Pero exijo una cosa antes que todas,
que espero me concedas, por ser justo:    10
pidiéndome sonetos me incomodas,
 
  y dártelos no puedo de buen gusto;
cuando quieras pedirme una poesía,
pídeme el corazón, hermosa mía.
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