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La Habana es como una hermosa, limpia, fresca, alegre casa: sus puertas, de par en par, invitan a visitarla. Aquel que a Cuba respete
Volando sobre el Moncada un zunzuncito llegó; lo saludó con su vuelo, volando se despidió. A la sierra fue el zunzún,
Caperucita Roja, juega conmigo: yo seré un día lunes y tú domingo. Juega conmigo:
De la lunita nueva vuela una garza; tiene el cuello nevado, de azul las alas. Volando viene
La garcita campesina polainas de tierra y alitas de harina. Pañuelo al viento se ve la garza.
Nombres tuyos, nombres míos, que recibimos de ayer como el agua de los ríos y que debes conocer: Bejucos de la Perdiz,
Entre las lomas el día nace. Límpidas gotas la noche esparce sobre la hierba
Naranja sobre limón, sobre limones el agua: agua fértil de represa, agua de la nube blanca. Finas espigas de arroz,
En el pozo viejo el sapo se baña; la luna, traviesa, se mete en el agua. En el pozo nuevo
Los pinares de la Isla por la costa van creciendo: quieren echarse a la mar y volverse marineros. Y las toronjas maduras
En Playa Larga, el uvero, como homenaje al valor de los niños artilleros, ya no florece en febrero: en abril abre la flor.
En el mar se ve a Camilo sobre un caballo lucero; viene al frente de la tropa, de capitán del recuerdo. Trae ejércitos de rosas,
El cielo es un espejo y la gaviota suelta su vela blanca desde la costa. Marinera del aire,
Aserrín Aserrán. Puñadito de violetas, limoncito verdemar, anillito de corales.
La flor del tomillo buscaba una abeja: una abeja sola, una sola obrera. En el viejo pino